ONGI ETORRI!!!

Este es el Blog de LANIK Expedition Team, una kuadrilla formada por, ayer personas hoy amig@s, que a lo largo de sus vidas se han ido uniendo para forjar amistad.
Este es nuestro punto de unión, y el lugar donde desahogarnos y contar nuestras batallitas, por lo que seguramente no encontrarás nada interesante pero sí un txoko en internet donde pasar al menos un buen rato y sonreir.
Sin más, lee, diviertete, sé feliz y, sobre todo, no te olvides de dejar al menos un comentario de visita.

EMAIOK AZKARREGI!!!

lunes, 19 de mayo de 2008

ContraRuta LANIK V (más vale tarde que nunca)

9:35 de la mañana del sábado. Estación de Euskotren de Amara. El perfil de una solitaria figura se recorta contra un tímido sol matutino. Una fina cotina de lluvia choca contra sus hombros. Se sostiene desafiante sobre su Rockraider ante el frío de la mañana. Hombre y maquina en una perfecta simbiosis. Los transeúntes perciben una extraña sensación al pasar a su lado. Mirándolo superficialmente no parece distinguirse de los demás. En realidad se podría decir que es más pequeño de lo normal, pero hay algo en él que no se percibe a simple vista. Algo que destaca a unos pocos sobre el resto de la humanidad.

El tren llega a la estación y el mar de personas comienza a manar de la salida. Individuos anónimos que se dirigen a sus monótonas vidas. Cabezas de ganado cuyo destino está ya marcado a fuego sobre sus lomos.De entre tantos rostros ausentes una figura se distingue del resto. Cual Moisés en el mar Rojo se abre paso entre las aguas de gentío, ignorantes de que sus vidas, durante un fugaz instante, son bañadas por el aura de este ser mitológico.

Los dos hombres se encuentran sin problemas entre el laberinto de mediocridad. Se miran y comprenden al instante. Las palabras sobran en este caso. El poker de ases se a quedado en pareja. Dos bajas vuelven a mermar la odisea. Hecho que debería dar constancia de la dureza del reto.

Los dos héroes se reúnen frente a la estación. Sus figuras atléticas parecen ocultar el sol. Ni la lluvia, ni el frío logran atenazar sus músculos. Nada hace sospechar a esto dos hombres el trágico final de la expedición.

Comienzan a rodar hacia la rivera del rió Urumea. La plasticidad de sus movimientos dejan anonadados a los rostros de las sombras que se detienen a su paso. Con una asombrosa facilidad se colocan a las faldas del monte Igueldo. Comienzan la ascensión sin vacilación, pero tras la primera curva se oculta el primer reto. Estos intrépidos exploradores se encuentran ante la encrucijada de seguir adelante por la transitada vía de asfalto, de pendientes moderadas o tomar los caminos inexplorados de paredes quebradas y terrenos agrestes. La alternativa era obvia. Sin miedo a las dificultades del terreno emprenden la marcha por el reino de Oz. Con las flechas amarillas como guías comienzan la escalada, dispuestos a trepar por escaleras si eso fuera necesario.

Tras una subida endiablada llegan a un terreno llano. La mano invisible de algún ser divino comienza a ser tangible. La figura humanoide de un espectro aparece en medio del llano. Rodeado de una decena de bestias les mira con altivez.

- Que os trae por estas tierras.

Resuena una voz medio humana. Voz que no consigue ocultar del todo los gemidos agudos y estridentes de la verdadera naturaleza de este ser.

Nuestros héroes, porque nuestros son ya, nuestra admiración han conseguido, ellos que tal reconocimiento nunca buscaron, han hecho mella en nuestras almas. Nuestros héroes, no se dejan engañar por tales embrujos. Oídos sordos hacen a las palabras de desanimo que les lanza este híbrido de humano y diablo. Atravesando las barreras que ingenuamente pretendían detener a la compañía, avanzan por terrenos inestables. Dejan atrás al derrotado engendro. Sus gritos de rabia fortalecen los ánimos de los expedicionarios. Atravesando las sobras del viejo bosque que los rodea avanzan con paso firme. Escalan paredes escarpadas y se lanzan hacia barrancos sin fondo.

Llegan al fin a terrenos más civilizados. Caminos asfaltados se extienden ante ellos. Respiramos aliviados por ver derrotado a los dioses. Nuestros héroes pueden avanzar sin trabas. Pero ellos no. Ellos sospechan. Saben que la envidia de los dioses es eterna y su rencor profundo. Envidian su mortalidad. La carne de sus cuerpos. El carpe diem de sus vidas.

El terreno empieza a ocultarse ante ellos. El aire se espesa. El dios Eolo intenta tomar forma corpórea. El aire empieza a ser cada vez más denso. El hechizo parece hacer mella en el hidalgo Cabrejas. Sus pulmones se llenan del envenenado aire. Su cuerpo parece petrificarse. Pero nuestros héroes son un equipo. Txipito II, Andoni, Antonio, Jose Antonio, Josean, la T de la doble T, el potro de Oiartzun, ralentiza el ritmo y se coloca a su lado. El aliento de su compañero parece licuar el hechizo de sus pulmones. Sus piernas comienzan a fluir otra vez. Colocados en formación deshacen la espesura del aire. Cortan la niebla y avanzan victoriosos hacia la cumbre.

La subida está acabada. Atrás quedan abatidos los dioses. En frente, una sinuosa bajada por terrenos impracticables. Nuestros héroes se lanzan decididos en un descenso vertiginoso. Silbando atraviesan veredas empedradas, curvas y saltos, obstáculos, repechos y riachuelos, terrenos fangosos, campos y caminos enlosados. Ocultos por la niebla los árboles se lanzan contra ellos. Son azotados por sus ramas. Embarrados, empapados siguen su descenso. Subiendo y bajando, girando, saltando. Siguen siempre las flechas amarillas. Ya ni siquiera perciben los intentos desesperados de los dioses por ocultar las señales. Seres infrahumanos encadenados en los lindes del camino para detener su marcha. Nuestros héroes son inmunes ya a estas artimañas.

Pero el orgullo pervierte a nuestros héroes. Viéndose vencedores disfrutan del veloz descenso. Comienzan a relajarse y descubren su único punto débil. Como hiciera Aquiles al descubrir su talón, los dioses ven por fin su oportunidad. Atacan desesperados, en un último intento, en la única brecha que el orgullo a dejado al descubierto: Los frenos de la Orbea de Txipito II.

El ataque coge por sorpresa a los dos exploradores. La estocada es directa, certera, veloz. Nada pueden hacer para evitarla. Heridos han de detenerse a un lado del camino. Esta vez ningún buen samaritano los espera con recambios. Sus esfuerzos por reparar las heridas son inútiles. La Orbea está herida de muerte. Recompuestos, conscientes de su propia humanidad, limpian sus almas del pecado capital. Se apoyan en su valor para intentar un descenso suicida. Es inútil.

Mofados los dioses descubren ya sus trucos. La niebla se disipa y muestra ante ellos caminos asfaltados que se dirigen sin peligro hasta su meta, la villa de Orio. Subidos en sus dañadas monturas descienden como pueden. Es imposible. Atrás quedaron sus artísticos movimientos, su veloz descenso. No son ya ni la sombra de su pasado. Incapaces de aceptar la derrota se juegan sus vida ( y la de su descendencia, que después de estos hechos se da por perdida). Los riesgos tomados son demasiados y el accidente es inevitable. Incluso los dioses sienten lastima de los desafortunados expedicionarios. Cabizbajos, derrotados acaban la travesía desmotados de sus bicicletas.

Ya en su destino una pequeña chispa de valor asoma en sus miradas. Buscan algún último reto, pero el golpe a sido duro. Decaídos, derrotados, deciden retornar en tren a sus hogares. Apenas veinte kilómetros los separan de la salida. Aquellas heroicas figuras que se recortaban tras los primeros rayos de sol, ¡que poco tienen que ver con estos embarrados espectros!.

1 comentario:

Andoni dijo...

Visión de la ruta al estilo "el señor de los anillos". Ciencia ficción hecha realidad desafortunadamente. Soprendente la capacidad descriptiva del narrador que te hace sentir en tétricos parajes. Me ha gustado. Solo un pero. Me niego a derrochar negatividad, me niego a caer derrotado, no es el espíritu LANIK.

En fin, que mola ver que al fin el blog no es "mío" sino de LANIK, aunque aún le falta para ser de "todos", animaros a escribir.