A veces... varias veces... muchas veces, no es necesario un gran escenario, una gran ciudad, un marco incomparable para sentir la grandeza de este mundo, de la vida al fin y al cabo. Las emociones no entienden de geografia y en el lugar más inesperado es posible sentir a más no poder. Macotera bien puede ser uno de esos lugares, un lugar "perdido" en el mundo y hallado gracias a su carrera popular, una prueba atlética que va más alla del correr.
Cuando buscaba el pueblo y a lo lejos vi el cartel que lo indicaba, rodeado de un importante aroma a ganado vacuno, no tarde en preguntarme qué narices hacia yo allí, estaba convencido de ser el único "extranjero" loco, rodeado de "zagales del pueblo" dispuesto a darlo todo. Nada más lejos de la realidad. La Sanrocada terminó siendo una de las mejores experiencias deportivas desde que me dio por calzar zapatillas de esas que hacen "volar".
Por si fuera poco al paso por uno de esos garajes en los que se agrupaban las cuadrillas unidos a sus mejores galas "decibélicas" sonaba "La Fuga" con su "... Triste, como un perro en la autopista, como una tortuga con prisas..." ¿Casualidad? ¿Llamada de atención quizá? Desconozco si había canción más inoportuna para ese momento, al igual que desconozco si la había más oportuna...
Las sensaciones eran buena en el primer paso por meta, así que me propuse regular en el segundo tercio de carrera, bajar un poco el ritmo y disfrutar de la prueba aún más si cabe, mientras escuchaba como alguien gritaba a mi paso "Aupa Behobia!" en alusión a la camiseta que portaba.
Y dicho esto solo queda decir que espero y deseo volver a correr alguna vez la San Rocada, y es que aunque solo sea por sus premios merece la pena ir: revistas, bebidas isotónicas, garbanzos, un melón... sí, sí, un melón... !un melón entero! una clara, que no una caña con limón, sonrisa y emoción.
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